https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_las_Comunidades_de_Castilla
Al rayar el alba del día 12 de abril de 1521 el cielo apareció despejado, y la brisa refrescada por el rocío y embalsamada por mil flores, mecía suavemente la hierba que vestía las laderas y los prados de la llanura de Vitoria. Las codornices ocultas en los verdes trigales con sus acompasados cantos; las sentidas melodías del ruiseñor al pie del arroyo; el silbido del mirlo en la espesura, y los variados gorjeos de las alondras, que en bulliciosos bandos recorrían el ambiente, alegraban la campiña. El sol se alzaba sobre el pico de Ciordia, cuando una larga columna de heterogéneos pelotones armados, pasando por cerca del lugar de Arcaya, se dirigía al de Zurbano, ganando la orilla del Zadorra. Lo abigarrado de sus trajes y armas acusaba desde luego su reciente formación; así como el paso ligero con que caminaban delataba ó bien que perseguían alguna sorpresa sin darse reposo, ó bien que trataban de ponerse fuera del alcance de algún enemigo.
https://www.noticiasdenavarra.com/cultura/2012/05/06/conde-salvatierra-comunero-alaves-3245131.html
A la cabeza de aquella muchedumbre cabalgaban dos caballeros. Eran el conde de Salvatierra y Gonzalo de Baraona. A muy poco esfuerzo podía leerse en la fisonomía de aquél la ira que le dominaba, lo cual contrastaba no poco con la tranquila actitud de Baraona, quien, en el momento que cruzaban por frente a Zurbano, dijo al conde:
- "Refrenad, señor, vuestra justa cólera, que no es buena consejera, y tiempo habremos de tomar la revancha"
- "Os juro, capitán" -respondió el conde con desabrido tono- "que la mi villa de Salvatierra ha de sentir el peso de mi brazo por su ingratitud y traición. Salvatierra me llamó para devolverme mis derechos. Al llegar yo a sus muros, concertada con el diputado mi enemigo, me ha rechazado. Yo juré a Salvatierra que mi venganza ha de enseñarle lo que cuesta el burlar a su conde"
- "Os sobra, conde, razón" - contesto Baraona - " y contad conmigo para ello; más los momentos no son para tal. Ya sabéis que Martín Ruiz de Avendaño con fuertes tropas y los capitanes Valenzuela y Altamira intentan cortarnos el paso; y es urgentísimo cruzar el Zadorra, primero que nos den alcance, que una vez al otro lado del rio podremos pelear con ellos en mejor terreno"
-" Contad con ello capitán" - repuso el conde - "Durana está muy cerca, y muy pronto habremos ganado la otra orilla del rio"
Mientras Baraona y el conde hablaban de tal modo, Martín Ruiz de Avendaño había salido de Vitoria con las tropas, situándose en Betoño, y al saber el paso del conde por entre Zurbano y Arzubiaga, ordenó a sus tropas avanzar, mandando que la caballeria se adelantase por Escalmendi a impedir la marcha del de Salvatierra.
El sol tocaba ya el cenit. Cuando las tropas del conde tomaron, no lejos de Durana, el sendero que conduce al puente sobre el Zadorra, vieron aparecer a sus espaldas a la caballería enemiga, y a retaguardia de ésta a los peones de Avendaño.
https://hidalgosenlahistoria.blogspot.com/2019/07/martin-ruiz-de-avendano-lanzarote-y-la.html
Entonces Baraona, poniéndose al frente de los jinetes, se colocó al extremo del puente, favoreciendo el paso del conde con sus peones al otro lado, pasando él con sus jinetes tras la gente de a pie, en el mismo momento en que los Avendaño llegaban a la orilla que aquellos acababan de abandonar.
El conde hizo cara en la orilla opuesta, y un momento después una densísima nube de polvo y humo cubría el cauce del rio, que separaba a los combatientes, y el fragoroso estruendo de mil escopetas anunciaba por todas partes la rudeza del combate. En los primeros momentos el arrojo de los comuneros eclipsó la ordenada rudeza de los imperiales; pero la escopetería real, con una envidiable organización y un sosegado valor, digno de mejor causa, comenzó a hacer tal estrago en los peones de la comunidad, que el conde de Salvatierra, impotente para resistir tan briosa embestida, se declaró en precipitada fuga con los suyos, tomando a todo galope la estribación de los altos de Araca.
En aquel instante, el coraje de todos tocó a su término. El indomable Baraona, al ver desmembrarse a los suyos, se lanzó en medio de ellos, sujetándoles, con una terrible imprecación de su potente voz, al terreno que abandonaban. ¡El momento era supremo! Baraona se lanzó al extremo del puente, resuelto a impedir el paso a sus enemigos, en el mismo instante en que un jinete, a rienda suelta, cruzaba el puente en dirección a él. Gonzalo reconoció al atrevido. Era Jaime Gutiérrez, su implacable rival en el cariño de Blanca. El recuerdo de ésta enardeció súbitamente a Baraona, que, lanzándose al que venía, empeñó con él tan desesperada lucha, en medio de una lluvia de balas, que unos y otros quedaron absortos por un momento contemplando la titánica lucha de aquellos bravos, hasta que el joven comunero, de un terrible golpe de lanza, arrancó a su rival de la silla de su corcel, dejándole exánime. Mas no bien Gutiérrez había caído moribundo a los pies de Baraona, cuando un nuevo jinete se lanzó a éste con desusado brío. Era el famoso Valenzuela, Baraona volvió a combatir a su nuevo competidor, que, tan hábil como esforzado, evitaba los golpes del comunero, que en vano trataba de derribarle; y así continuó la pelea un rato y otro rato, hasta que Gonzalo, falto ya de fuerzas, hubo de flojar en su embestida, logrando entonces Valenzuela, en formidable golpe, desarmarle y apoderarse de él.
Entrando los imperiales, que habían logrado pasar el puente, pusieron en completa fuga a los de Baraona, no sin haber conseguido apoderarse de seiscientos de ellos.
Momentos después todo había terminado. Al bullicioso estrépito que agitó durante las pasadas horas el sosegado ambiente del puente de Durana, había sustituido la calma más glacial. Ruiz de Avendaño se había hecho cargo de los prisioneros, a los que, custodiados por sus fuerzas, conducía a Vitoria, en tanto que las derrotadas huestes comuneras, tomando los altos de Araca, se dirigían por el boquete de Zaitegui a ganar el valle de Cuartango, en busca de seguro auxilio para rehacerse.
Cuando en la aciaga tarde de aquel día el sol besaba las crestas lejanas, Ruiz de Avendaño penetraba con los suyos en Vitoria por la puerta de Arriaga, conduciendo a los prisioneros, entre los que descollaba el desgraciado Gonzalo, que, con el sello de pesar y la altivez de la hidalguía, caminaba silencioso rodeado de sus compañeros de infortunio, entre la apiñada muchedumbre que se hacinaba en las calles a su paso.
Una vez dentro de la ciudad, las tropas de Avendaño tomaron por la calle de la Herreria. Al pasar por frente a la casa de Dª Usenda, Baraona clavó sus ojos en una ventana, que trajo a su cerebro un millón de recuerdos a cual más halagüeños, y bajando la cabeza, murmuró:
- " El osado que pretendió ultrajarte, quedó tendido a mis pies. Ahora, Dios vele por tu suerte y por la mía"
Los prisioneros continuaron su camino hasta frente a la iglesia de San Pedro. En aquel calvario tan corto como cruel, ¡ qué pensamientos se agolparon en la mente de Baraona! ¡Él, que un mes antes había atravesado las calles de la ciudad entre los vítores de la multitud, marchaba taciturno entre el imponente silencio de las masas, sin que una sola voz de simpatía se dejara oír, ni una sola mano se acercase a estrechar la suya, rendida al manejo de su esforzada lanza!. Frente al templo esperaban a las tropas el diputado y los suyos. Al llegar Baraona junto a él, el diputado se dirigió al comunero diciéndole:
-" Capitán, sois prisionero del condestable"
A lo cual Baraona, en un arranque de orgullosa nobleza, contestó:
-"¡Vive Dios! que, si el asta de mi lanza no me hubiera hecho traición, vos fuerais el prisionero de Ayala!"
Momentos después, los desdichados comuneros eran conducidos a la prisión de Villa-Suso, mientras a Barahona dieron por cárcel el palacio de los Álava, quienes en modo alguno se atrevieron a confiar fuera de su casa la custodia del ilustre caudillo, acosados por el temor de que los partidarios de Baraona pudiesen concertar su fuga.
Texto sacado del libro "Leyendas alavesas" de Manuel Diaz de Arcaya, Zaragoza, Librería de Cecilio Gasca, Plaza de la Seo 2, 1898
Baraona fue ajusticiado en la plaza del Machete de Vitoria-Gasteiz
https://es.wikipedia.org/wiki/Levantamiento_del_conde_de_Salvatierra

No hay comentarios:
Publicar un comentario