jueves, 3 de mayo de 2012

MUNIA, UNA ALAVESA EN ASTURIAS

Munia fue hija de un individuo llamado Lope (Lopez) y de una hija de Fruela de Cantabria. Nació alrededor del año 745.
Munia se casó con el rey Fruela I de Asturias.
El rey Fruela I la trajo de tierras alavesas para convertirla en su esposa y reina de Asturias, al mismo tiempo que estrechaba las relaciones con Álava.
Tuvo dos hijos: Alfonso II el Casto (760-842) y Jimena.
El cadaver de la reina Munia se encuentra en el Panteón de Reyes de la Catedral de Oviedo.
http://es.wikipedia.org/wiki/Munia_de_Álava
PD. Se sabe muy poco más
ALFONSO II EL CASTO
Después de la mediocridad que suponen Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo en el trono de Asturias, la figura de Alfonso, el hijo de Fruela, brilla en nuestra historia con luz propia y bien justificada durante 51 largos años de buen gobierno en difíciles condiciones. Si Pelayo hace nacer en Covadonga el Reino de Asturias, Alfonso II es quien lo convierte en una realidad tangible, haciéndolo renacer de las cenizas a que lo habian reducido los anteriores monarcas.
Alfonso nació, posiblemente hacia 765 o poco después, en Oviedo, tal y como él nos dice en su Testamento del año 812: "en este solar -Oviedo- en que nací y en que renacido (es decir, bautizado) viví....". Hijo de Fruela I y de la vasca Munia, tenía muy pocos años cuando su padre fue asesinado, por lo que se crió y educó con su tia materna Adosinda, esposa del rey Silo, quien a la muerte de su marido pretendió instalar en el trono a Alfonso en el año 783. Sólo que Mauregato lo echó todo a perder, y le hizo huir a tierras alavesas, de donde procedía su madre, para salvar la vida.
Alfonso II vuelve al trono en 791, cuando Bermudo tiene que abdicar tras la espantosa derrota sufrida en el Burbia, pero no terminan ahí sus problemas, ya que poco más tarde, hacia el 801, es nuevamente apartado del trono y encerrado en el monasterio de Abelania (Ablaña), del que es casi inmediatamente liberado por sus fideles, a los que manda un tal Teudis, o Tioda, cuyo nombre es muy sugeridor en otros campos.
Los primeros años de su reinado son duros, en continuos combates con el pelirrojo y fanático Hixam I, empeñado en destruir el reino asturiano como sea. Entre las campañas del cordobés hay dos que van dirigidas contra el mismo corazón del reino: Oviedo. Son las que se llevan a caboen los años 794 y 795. En la primera de ellas, dirigida por Abd al-Malik ibn Mugait, es totalmente arrasada la ciudad, con los palacios y la basilica levantada por Fruela 30 años antes; pero cuando los musulmanes se retiran, Alfonso les espera en Lutos, en el camino del puerto de la Mesa, donde pierde la vida el propio caudillo musulmán en una emboscada. Al año siguiente, Abd al-Karim ibn Mugait, hermano del anterior, destruye lo que quedaba de Oviedo -si es que quedaba algo-, pero no consigue nada más. A continuación, Alfonso contraataca, y saquea Lisboa en el 798. Y no volverán los moros a pisar nunca más la actual tierra asturiana, y limitarán sus ataques a la comarca fronteriza del valle del Ebro o a Galicia.
Alfonso II rompe también el aislamiento diplomático de Asturias, manteniendo embajadas con Carlomagno; pero su trabajo más importante se centra en el interior del reino. Definitivamente, la capital del Asturorum regnum se establece en Oviedo, ciudad fundada por su padre, y en la que él mismo ha nacido. Sobre las ruinas dejadas por los hermanos ibn Mugait, Alfonso crea una nueva Sede Regia, con la base de los dos símbolos del orden gótico que reinstaura: la iglesia y el palacio. Una nueva y magnífica basílica, consagrada al Salvador del Mundo y a los doce apóstoles, surge sobre las ruinas de la de su padre, profanada por los musulmanes. Y a su lado levanta un espléndido palacio que será el centro en torno al que girará toda su política.
Las crónicas asturianas de la época hacen resaltar esta política de Alfonso II, basada en la restauración en Oviedo de "todo el orden de los godos, como había sido en Toledo", lo que de alguna manera viene a dar una legitimidad política a quien ya la tenía por el derecho de las armas: la Monarquia Asturiana, como heredera y continuadora legítima de los reyes visigodos. Y para ello, el Rey Casto crea en su corte de Oviedo, de nuevo, las instituciones eclesiásticas, políticas y jurídicas del desaparecido Estado visigodo, si bien con las lógicas limitaciones en número y pompa; vuelven los antiguos concilios, las leyes del Liber Iudiciorum, y las reuniones de obispos, para lo que se crea la sede de Oviedo, como primada de las restantes de la España cristiana, cuyos representantes están huidos y refugiados en Asturias en su mayoría.
El renacimiento goticista se hace más palpable en lo cultural y artístico. El latín empleado en su Testamentum del 812 es sorprendentemente clásico para la época, pero aún es más importante la obra artística y arquitectónica, dirigida según parece por uno de los personajes de su Aula Regia llamado Teudis, o Tioda, que podría haber sido quien dirigió el grupo de fideles que habia liberado al rey de su encierro en Ablaña.
Gracias a los afanes de Alfonso II, en Oviedo se construye la gran basílica del Salvador, las iglesias de San Tirso y de Santullano (ésta, fuera de la ciudad entonces), el palacio real -al que adosa una magnífica capilla que hoy es la Cámara Santa-, y en los alrededores de Oviedo levanta nuevos templos como el de San Pedro de Nora o el de Santa María de Bendones. En su propio palacio se da forma a la más maravillosa joya del medievo español: la Cruz de los Angeles, que desde el año 808 se ha incorporado de tal modo a la ciudad de Oviedo, que incluso constituye su escudo heráldico.
El rey Alfonso III, cincuenta años después de la muerte del Rey Casto, diría de él: "Por mucho espacio de tiempo vivió una vida gloriosa, casta, púdica, sobria e inmaculada". Sanchez-Albornoz va más allá, y opina que " su alabada castidad implica una indudable anomalía psicofísica...". En Alfonso II el Casto parece darse un caso claro de misoginia apoyada por motivos religiosos. Es sintomático que el templo que levanta en Santullano esté dedicado a un matrimonio, Julián y Basilisa, que consagró su vida a la virginidad. Es como si buscase en la continencia sexual la paz y la tranquilidad que la vida y la política le habían negado, o como si esa castidad, que mantiene por encima de todo, fuese un rechazo inconsciente contra la brutalidad lúbrica de la época en que le ha tocado vivir y el refinamiento sexual de sus enemigos, los árabes.
Las maravillosas arquitecturas del interior de Santullano nos ponen ante los ojos lo que el Rey Casto debía de considerar una ciudad ideal; lo que es más dificil es saber si es el ideal respecto a su flamante capital ovetense, o por el contrario es la anhelada Ciudad de Dios de que hablaba San Agustín, a la que él pretende tener acceso con su casta y sobria vida. Nunca lo sabremos.
Pero su castidad trajo consigo el inconveniente de la sucesión. Cincuenta años de paz interior estuvieron en un tris de irse por la borda a su muerte, en el año 842, en la busca de un sucesor al trono ovetense.
"Protagonistas de Asturias" Ayalga Ediciones. Salinas (Asturias) 1987

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