AL PATRÓN DE ALAVA
¡A ti!, Prudencio insigne, gloria nuestra;
patrono de este suelo, que te ha dado
humilde cuna, y de su esencia ha hallado
en tu virtud y tu candor, la muestra.
Apóstol de tu iglesia, la maestra,
fuiste, quien defendiera denodado
la causa de Jesús, cuyo reinado
triunfar hiciste siempre en la palestra.
Yo te pido ¡gran Santo!, puesto que eres
el que alcanzó, contra el error, victoria;
alcances hoy la PAZ de aquestos seres
que devotos bendicen tu memoria.
¡Patrón de Armentia, muestra que los quieres!
¡Oh gran Prudencio, alcánzanos la Gloria!
J. Izarra (Izar)
Publicado en 1904 en "Heraldo Alavés" y reformado en el libro "CUENTOS ALAVESES (O LO QUE SEAN)" de IZAR (1912)
¡MI PAIS!
Desde los picos de Amboto
hasta las cumbres de Arcena,
desde el confin de Toloño
hasta de Urbasa la Sierra,
se extiende la gran llanura
orgullo y prez de la Euskeria,
el pais del "babazorro",
la sin par tierra alavesa.
Multitud de torrecillas
ocultas por la floresta,
pueblan sus espesos montes
cual rebaño de gacelas;
arroyuelos juguetones
por entre valles serpean,
y fertilizan el bosque,
y murmurando, se alejan.
Acá y allá, los zagales
sus rebaños apacentan,
desde que al amanecer
toca al Angelus la Iglesia;
y en el collado, la flauta
produce tiernas endechas,
y un alegre tilinteo
se percibe entre la selva.
El trino del ruiseñor
dulce armonía semeja
que entusiasma al labrador
y ameniza su faena;
y allá en la lejana Iglesia
severo esquilón voltea
invitando á la Oración
cuando el crepúsculo empieza.
Con el clásico atabal,
el chistu canta proezas
en todas las romerías
que en el valle se celebran;
y en los montes repercuten
las mil cadencias guerreras
que entre irrintzis y ujujús
lanza en su fiesta, la aldea.
La raza del alavés
es raza de lucha y guerra,
su valor fué acreditado
en muchas hazañas épicas;
no le arredran los peligros,
no sabe lo que es vileza,
á Dios dá lo que es de Dios,
y al César lo que es del César.
De su blasón, la Justicia
contra el malhechor, es lema;
la honradez, la cortesía
son sus timbres de nobleza;
hacer bien es su costumbre,
que obrar mal lo tiene á mengua;
es religioso, creyente,
emprendedor, de conciencia.
A La Blanca, el vitoriano
gran devoción le procesa;
siempre la invoca con fé,
le dedica culto y fiestas.
Y... Ella desde su altar
nos preside, nos gobierna,
protege á la capital
cual guardiana y madre tierna.
Los ancianos del país
á los jovenes enseñan
á amar las tradiciones
y á su milenaria lengua,
á progresar, á vivir,
á labrar la fértil tierra
para hacerla producir
y que aumenten las cosechas.
Y las mujeres de aquí
son dechados de belleza,
religiosas, ilustradas,
siempre fieles compañeras;
amamantan á sus hijos
en el tesón y entereza,
y les muestran como ejemplo
á San Prudencio de Armentia.
En fin ¿á que proseguir...?
No hay nada como mi tierra;
porque es la tierra alavesa
paleta para el pintor,
lira para los poetas
buril para el escultor.
¡Llanada de mis amores,
mil veces bendita seas!
IZAR (1912)
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