¡Pobre Emeterio! Huérfano, sin más amparo que el de la Providencia, que en forma de Hospicio, apenas vino al mundo, le recibió en su seno; siendo confiado al cuidado de las buenas Hermanas, ángeles de caridad, que endulzaron las horas de su infancia y enjugaron las lágrimas de sus rabietas y congojas. Aquellas Hermanas a quienes llamó madres á impulsos de su corazón noble, porque en él supieron sembrar sentimientos de honradez y bondad, y lograron, con su cariño, que el pobre expósito, no sintiera la nostalgia de aquel otro cariño, que su triste sino privóle para siempre.
Hasta que llegó un día, ¡con qué pena lo recordaba! en que tocóle el turno, y fué sacado del Hospicio por un aldeano que le llevó a su casa, y le empleó en menesteres á que no estaba acostumbrado; y sufrió malos tratos, y pasó hambre, y aguantó desprecios; resignándose siempre a todo, como le habían enseñado aquellas Santas Madres, á pesar de ver á cada momento que, mientras para él todo se volvían abrojos y espinas, el hijo de sus amos, era colmado de caricias y mimos á todas horas, en su presencia.
Pasaron los años y el hijo de la casa habíase hecho mozo, comenzando también a mandorrotear al hospiciano, por si fuera poco lo que sus padres le hacian sufrir, no recatándose de despreciarle y humillarle, aún delante de otros compañeros del lugar; siendo ya esto como la gota que rebasando la medida, hizo al expósito adoptar la resolución, que llevó a cabo, de salir cuanto antes de la casa y largarse á la ventura por el mundo.
Así, pues, poniendo tierra de por medio, mendigó una caridad de puerta en puerta, recibiendo unas veces un mendrugo, y las más un desaire.
Llamarónle vago, haragán, maltrabaja. ¡Pidiendo a sus años! ¡Y con los dos brazos que llevaba pendientes de aquellos hombros!
¡Qué más hubiera querido sino poderlos emplear! ¿Por qué no había vuelto al Hospicio?¿Acaso no fue precisamente, por evitarse la vergúenza de que nadie pensase, ni en chanza, que intentaba comer el pan bobo? ¿ Tenía culpa de no saber oficio alguno? Porque fuera joven, ¿iba a dejarse morir de hambre? Proporcionárale alguien ocupación que estuviese á sus cortos alcances, como lo anhelaba su voluntad sin límites, y viérase entonces cómo nadie le iba en zaga en cuanto al cumplimiento de su deber se relacionara.
Harto ya de contestar con estos razonamientos á las constantes letanías; sobrado como estaba, de ganas de encontrar lo que con tanto afán buscaba por todas partes, trabajar á fin de no deber a nadie nada; dió al fin con una casa, en la que acaba de marchar el criado, por haber cumplido el ajuste y no convenirle continuar en la misma, siendo sustituido por el hospiciano.
El buen Emeterio, había logrado su deseo más ferviente.
Además, en la nueva casa no había chicos con quien regañar, ya que el personal de la misma, lo constituian solamente el matrimonio y la única hija de éste.
Se portaba bien, y de ello eran pruebas evidentes, las ponderaciones de sus amos, "rara avis"
El expósito, se amañó pronto a las costumbres de la casa, estudió el carácter de sus patrones, y no tardó en adivinar su flaco.
Llegada la hora de ajustar cuentas, estando al tanto de la roñeria del amo y de que en todas partes hay que sufrir por algún concepto, no quiso mostrarse exigente, prefiriendo dejar correr la bola, pensando en que ¡quién sabe! si con el tiempo, había de llegarle ocasión de resarcirse con un enlace ventajoso, que esto corría ya de su cuenta, pues de menos nos hizó Dios, y el primero no había de ser.
El desinterés aparente del crisdo, aumentó el interés del amo, por conservarlo, y no tardó aquél, con su excelente comportamiento, en hacerse querer como hijo.
Lo restante, sólo fue cuestión de tiempo, y vino por sí de buena ley, como redado.
A su tiempo, recibió Emeterio, el consentimiento favorable de la Junta del Hospicio de Vitoria, así como la propina con que á los expósitos obsequia en casos tales la Diputación alavesa.
Cuando el hospiciano viose dueño de su casa y jefe de una familia, elevó su corazón al Cielo, en plegaria de acción de gracias.
Y recordando, por su nacimiento, cómo él fué victima inocente de malas pasiones, hijas acaso, de una ineducación moral, tuvo buen cuidado de infiltrar en sus hijos aquellas enseñanzas que él recibiera en el Hospicio, las mismas que llegaron á hacer de él un hombre honrado.
IZAR 1912 Publicado en "Heraldo Alavés"
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