En 1913, el gobernador civil, con motivo del centenario de la batalla, nombró a una Junta General para llevar a efecto todo lo concerniente a la erección del monumento. En noviembre se eligió el proyecto del escultor Gabriel Borrás y Abellá, de la escuela de Benlliure, y se comenzo la obra en 1915.
Este escultor combinó dos de los materiales habituales en la escultura monumental de la época: piedra y bronce. Diseñó su reparto de tal modo que visualmente se reconocen con facilidad tres alturas o niveles sobre una grada de tres escalones, biselados en sus ángulos. En el primer nivel, las piezas escultóricas son de piedra, mientras que en el segundo y en el tercero son de bronce. El escultor se mantuvo dentro de la tendencia realista que se decantaba por la narración descriptiva de los hechos, al mismo tiempo que armonizaba la plástica, con la iconografía. En el lado preferente del monumento, el que mira hacia el sur, aparecen dos inscripciones: A la Batalla de Vitoria, en lo alto, y en la base del primer cuerpo, A la Independencia de España.
Primer piso:
Cara sur. Se presenta, en alto relieve, al teniente general don Miguel Ricardo de Álava, a caballo, con actitud triunfante a la vez alentando a sus paisanos a defender la ciudad. El libertador es aclamado por el pueblo que se acerca con alegría deseoso de contemplarle y tocarle. En el centro aparece el escudo de la ciudad de Vitoria.
Cara este. Tras el General aparece la otra cara de la moneda, la derrota, y con la parte más amarga de esta derrota, la de los españoles que tienen que expatriarse. Son los afrancesados. Se quedaron sin patria, sin dinero, sin familia y sin ideales. Fue el Convoy de la muerte. Lucharon contra sus propios hermanos, el dinero que portaban se lo robaban o quedó sepultado en el fango y sus familiares asesinados o violados.
La escena detalla el coche nobiliario en la huida, escoltado por compungidos soldados, una mujer con atuendo popular cogiendo un cofre, una madre abrazando a su pequeña hija...Se ha querido ver en el grupo de la joven madre e hija a la VI Marquesa de Montehermoso despidiéndose de su hija que se quedaba en Vitoria con su abuela paterna.
Cara norte. La derrota y huída de los soldados franceses y aquellos que se les unieron.
En el centro se destaca la imagen del dios de la guerra de la mitología clásica, Marte, y, por tanto, la representación alegórica del sueño fallido de Napoleón de dominar toda Europa, emulando al Imperio Romano. El dios romano se cierne sobre el campo de desolación y señala a los franceses el único camino que les queda por tomar: el de volver a su país. De esa armadura surgen una serie de jinetes. Al pie de la cara se lee: "21 de junio de 1813"
Cara oeste. En una misma cara aparecen dos imágenes irreconciliables que se dan la espalda. A la derecha están los triunfadores, los que aclaman al General Álava, a la izquierda los derrotados, los que heridos y desolados han de marcharse a su país.
El peso del fracaso les hace andar lentos y cabizbajos. No pueden ver un horizonte prometedor. Por el contrario, los vencedores no sienten el peso de la victoria, llevan la cabeza levantada y la mirada triunfante.
Segundo piso:
Es la imagen triunfal del Duque de Wellington a caballo y a la cabeza de las tropas aliadas compuestas de todas las armas y nacionalidades que tomaron parte activa en la batalla. Se pueden reconocer uniformes, armas y gestos muy expresivos tanto de ataque enardecido como de derrota y muerte. Si en el primer cuerpo, el artista presenta la historia cercana conocida de los vitorianos, en este segundo, se ofrece el espíritu bélico, la fuerza y el poder del hecho de armas, de la victoria conseguida, de lo que ha pasado a la historia y es digno de recuerdo.
Al pie de este alto relieve, que rodea la parte central del monumento y en los cuatro biseles de los lados, están los escudos de las naciones aliadas, enlazados con ramos de laurel y roble que denotan la victoria que alcanzaron por la fuerza de la unión: Gran Bretaña, España, Portugal y la Legión Auxiliar Alemana KGL.
Cara sur. La cara más importante. Destaca en la parte central la figura a caballo del duque de Wellington, que llevaba el mando de las fuerzas. Es el conjunto escultórico final. A la izquierda se encuentra el escudo de Gran Bretaña.
Cara este. El general Morillo con los españoles. A la izquierda de la escena está el escudo de España.
Cara norte. La actitud de los aliados, los portugueses, expresa ese espíritu bélico que les alentaba en el fragor del combate, sin llegar a la representación de la lucha directa con el enemigo y con la nota dolorosa de los que caen muertos o heridos. A la izquierda de la escena está el escudo de Portugal.
Cara oeste. Son los húsares alemanes de la KGL (Kings German Legion), que entraron con el General Álava. A la izquierda está el escudo que les recuerda.
Tercer piso. En la cúspide, la imagen de una figura femenina alada, la Victoria, que exhibe la bandera española en una mano, mientras que en la otra ofrece un ramo de olivo, símbolo del fin de la guerra y el comienzo de una era de paz. España representada por una matrona, se apoya en un león que es la fuerza que derriba al águila invasora (alegoría de las tropas imperiales napoleónicas) y que, satisfecha del comportamiento del pueblo español (representado por la figura desnuda) que ha logrado romper las cadenas que le supeditaban, le estrecha materialmente con su diestra.
Apuntes sacados de un trabajo del EPA "Paulo Freire" de Vitoria-Gasteiz
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