A las seis de la mañana del 6 de julio de 1854 venia al mundo Manuel Iradier y Bulfi en el número 6 (ahora 3) de la Plaza de España (Plaza Nueva) de Vitoria. Era el quinto de seis hermanos de los que sólo tres, Emilio ( que finalmente se suicidaría en Bilbao tras una vida desgraciada), Rosa y Manuel, sobrevivirían a la infancia.
Cuando el pequeño Iradier era un párvulo de cuatro años de edad perdió a su madre, Amalia Balbina Bulfi, debido a una pulmonía. Al poco también vio partir a su progenitor, Pedro Valentín Iradier, que, incapaz de criar a sus hijos, marchó a Burgos, donde se estableció pocos meses después del deceso de su esposa, sin que se sepa si continuó con su oficio de sastre u ocupado en algún otro negocio. Falleció poco después. Así que Manuel Iradier tuvo una infancia marcada por la orfandad, que ayudó a convertirlo en un niño solitario y soñador. Tras la desaparición de sus progenitores, Iradier y sus hermanos pasaron a habitar en la calle Postas, en el piso más alto de una casa que pertenecía a sus acaudalados tios paternos, Eusebio Iradier Arce y Vicenta Medrano. Se trataba de una pareja estricta y de arraigadas creencias religiosas que se empeñó desde un principio en que su sobrino menor, el pequeño Manuel, se convirtiera en sacerdote, y a este empeño orientaron sus esfuerzos. Casi desde un primer momento, al parecer, sus tíos enviaron a Iradier al Cantábrico -a Mundaka-, donde se educó bajo los auspicios de un cura severo cuya labor era orientar al niño hacia la carrera eclesiástica. No escaseaban los castigos físicos y la mano dura. Si embargo, el clérigo y los tutores erraron en sus predicciones. Sólo consiguieron que, deseoso de una libertad que no conoció en sus primeros años, Iradier dirigiera sus ensoñaciones y anhelos al horizonte del mar, estimulado sin duda por las leyendas de los marineros y pescadores entre los que jugó y creció. Para desesperación de sus parientes, la voluntad de Iradier era más férrea cada día. Regresó a Vitoria y no cejó hasta que le permitieron matricularse en el Instituto de Segunda Enseñanza en septiembre de 1865; tenía once años y su imaginación y capacidad para tomar decisiones excedían ampliamente las del resto de infante de su edad.
Sacado del libro Apuntes de la Guinea de Miguel Gutiérrez Garitano IKUSAGER EDICIONES SA 2011
domingo, 18 de noviembre de 2012
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1 comentario:
TU BLOG ES DE LO MÁS INTERESANTE Y AMENO, CUANTOS RECUERDOS ME TRAE. SIGUE EN ESTA LINEA MUY BUENO LA VERDAD.
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