La derecha vasca no le perdonó las simpatías hacia el nacionalismo vasco puestas de manifiesto en la campaña preparatoria de las elecciones de febrero de 1936. Y no paró hasta conseguir que el Vaticano le hiciera abandonar su diócesis, trasladándole a Roma.
Pero cuando estalla la sublevación parece totalmente entregado a los falangistas. No sólo firmó la pastoral del obispo de Pamplona, el baracaldés Olaechea, sino que describe su actividad de aquellos días en estos términos: "Hago cuanto puedo por apoyar el esfuerzo redentor del ejército español. He prestado 120 colchones, y 120 mantas del seminario al Gobernador militar de la plaza. He dado 2000 duros para gastos. Mil pesetas más a los falangistas de aquí. Ahora, a imitación de Pamplona, y de acuerdo con mi cabildo, contribuiremos de nuevo con alguna cantidad respetable. Cada vez que los requetes van al frente, suben a palacio a recibir mi bendición y a oir breves palabras patrióticas mías. Entronicé anteayer el Sagrado Corazón en el domicilio de los falangistas, etc."
Ya en el exilio cambió radicalmente la actitud del obispo Múgica. Dirigió varios memoriales a la Santa Sede, defendiendo a los sacerdotes de su diócesis, condenando a los sublevados de la guerra civil y elogiando las posiciones del Partido Nacionalista Vasco. En 1945 escribió una carta a don José Miguel de Barandiaran, titulada "Imperativos de mi conciencia", insistiendo en los mismos conceptos. Como explicación de tan extraño comportamiento, alegó el señor obispo su desconocimiento de la situación, del que fue saliendo durante su permanencia lejos de su diócesis.
Pero generalmente, han solido ser los prelados la gente mejor informada en nuestro país. El hecho de tener uno o más centenares de párrocos que les han dado cuenta constante de la situación en cada núcleo de población, ha hecho que los obispos dispongan siempre de información de primera mano. Cabe pues sospechar que la verdadera causa del cambio de ideas de monseñor Múgica, estaba también en el resentimiento contra los que tan mal le habían tratado. Primero le echaron de Vitoria y luego, sin contar para nada con su opinión, le arrebataron su sede episcopal.
Apuntes sacados del libro de Adolfo Careaga "El reto separatista" Ediciones "Unidad Vizcaína" 1993
¿Por qué "Año 1872"?
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